jueves, 28 de febrero de 2008

EN EL COCHE

Siempre me ha gustado conducir.
Me encanta.
Sobre todo en ciertas carreteras, de ésas que cada vez quedan menos. Pero todavía hay.
Esas carreteras estrechas que tienen árboles a los dos lados y desde las que se divisa horizonte.

Recuerdo de niña cuando íbamos en coche a cualquier parte, eramos cuatro e íbamos como sardinas, que me encantaba ponerme en el lado de la ventanilla. Desde allí observaba todo cuanto pasaba y dejábamos atrás. Me hacía pensar, aún siendo muy niña, el hecho de mirar y observar el paisaje. A veces eran pueblos, otras, eran personas que nunca más iba a ver en mi vida. Era como introducirse en la intimidad de la vida ordinaria de cada pueblo. Era como ser partícipe de un día cualquiera de sus vidas.

Recuerdo que me gustaba observar a mi padre conduciendo, y le decía en muchas ocasiones que me explicara el funcionamiento del aparatejo. Aún recuerdo muchas veces, estando el coche aparcado pidiéndole por favor que me dejara sentar. Entonces, cogía el volante y mentalmente conducía hasta los mares del sur.

En cuanto tuve la oportunidad aprendí a conducir. Me enseñó un buen amigo con mucha paciencia, que precisamente un accidente de tráfico se le llevó una noche de verano, no sé si a los mares sur. Un beso desde aquí, Ángel.
Tengo que reconocer que enseguida aprendí, y como no podía sacarme el carnet, más de una vez conduje sin tener derecho a hacerlo. En cuanto me hice con unas pelillas de esas que se obtienen con trabajos secundarios y terciarios a los veinte años, me saqué el carnet, ya lo he renovado dos veces, ahora tengo el moderno, ése que es como una tarjeta de crédito.
Y desde entonces, en el coche he pasado momentos estupendos, me encanta fumar en el coche abriendo un poco la ventanilla y escuchando música. A veces me dejo llevar por alguna carretera de esas que tienen árboles.
Pero, también he pasado momentos de tensión. He llegado a sacar en alguna ocasión y sobre todo por ciudad, que es donde todo el romanticismo que ofrecen esas carreteras se desvanece con los semáforos, con los pitidos..., al ser más primario que llevo dentro. Salto como un muelle. Insulto, hasta hago gestos soeces...
Y me pregunto por qué será.
Cómo es posible que dentro de ese habitáculo sienta experiencias tan extremas.

martes, 26 de febrero de 2008

TIFLOHOMERO

Ayer fue un día inusual en lo que al blog se refiere.

No sé si por motivo del premio que con tanto honor he recibido de Pedro (la acequia) o porqué, pero tuve visitas nuevas y sobre todo muy variadas.

Me entró hasta un poco de "canguelo" porque hasta ahora era como mi microespacio, sí es verdad, soy consciente de que cuando se "publica" algo se pierde en cierta manera la privacidad.
Hasta ahora mis comentaristas eran más o menos conocidos para mí, y sobre todo geográficamente, excepto algunos, cercanos.

Ayer uno de los comentaristas fue Alberto. Y tengo que reconocer que amén de la ilusión que me hizo tener una visita nueva, me impactó el hecho de que Alberto es ciego. Sé que es verdad, que hoy en día gracias a todas las tecnologías estas personas son exactamente iguales a nosotros. Las letras por un sistema se verbalizan y no hay problema. Pero, ¿y las imágenes? Casualmente en la entrada del domingo colgué hasta cinco fotografías, nunca había colgado tantas.

Entonces me acordé,que por las contradicciones de la vida, uno de mis comentaristas, Javier, tiene un blog que se llama "sobre la mirada", y no sé si Alberto podrá llegar a disfrutar alguna vez de él, como yo lo hago cada día.

Recuerdo que el 12 de diciembre del pasado año hice una entrada sobre la superación humana.
Hoy, Alberto, me ha vuelto a hacer sentir lo mismo.

http://tiflohomero.blogspot.com/

lunes, 25 de febrero de 2008

ENFADO

No me sé enfadar.
No me duran los enfados.
No entiendo los enfados.
Dos males tienes (enfadarte, desenfadarte) y tres si no comes, decía mi abuela.
¿Por qué te enfadas?
¿Es para tanto?
¿Qué hay detrás de ese enfado?
¿Tenías guardado algo y lo soltaste por esa tontería?
¿Es rabia contenida?
¿Es orgullo mal dirigido o mal asimilado?
¿Es una llamada de atención?
¿Hay ganas?
¿Por qué no me hablas?
¿Sirve para algo enfadarse?
¿Cuánto durará este enfado?
En el enfado suele haber:
-a) un motivo o causa,
-b) uno el que ofende (supuestamente)
-c) y otro el ofendido (supuestamente).
A veces los papeles (del b y del c) se intercambian y el ofendido acaba siendo o pareciendo (esto es como en la voz pasiva) el ofensor; y el ofensor es (no lo parece) el ofendido.
Ah, se me olvidaba, el motivo o la causa suele ser una gilipollez.

domingo, 24 de febrero de 2008

UN DÍA EN BILBAO






El Sábado tuve un día estupendo.
Cuando salgo con mi gente del coro es una inyección de descanso mental.
Teníamos una actuación en Bilbao.
Salimos a las nueve de la mañana de Burgos.
Fuimos en autobús. Esto suele ser agotador, en esta ocasión no porque Bilbao está a un paso.
El ambiente que se crea en un autobús, cuando vas un grupo de gente conocida, es especial.
A mí me recuerda a las excursiones del colegio.
Tenemos a Quique que es genial y cuenta los chistes de una forma graciosísima.
Siempre cantamos, a la vuelta claro, el director nos tiene prohibido hacerlo al ir porque sino nuestras voces se deterioran.
Y sobre todo, nos reímos muchísimo, pero a carcajada, nos reímos de todo y de todos, sanamente. Es tan importante la risa, esa risa de empatía, esa risa de buen rollo.
Bilbao estaba precioso, yo hacía unos siete años más o menos que no iba. Y lo encontré ideal.
El cielo estaba azul, era un auténtico día primaveral.
Estuvimos en Artxanda, desde allí se veía Bilbao con una claridad espectacular e inusual.
Pude comprobar los inicios de la primavera
Por la tarde paseamos cerca del Guggenheim, me parece una obra arquitectónica magnífica.
Como ha quedado la ría, sus puentes...
Fue un día tan agradable. Había mucha vida, había niños, padres paseando a bebés en sus carritos, gente patinando...
Por el paseo de la Ría había unos búlgaros tocando el clarinete, y acabamos cantando con ellos el "New York", y bailando en el paseo... Son esas cosas que a mí no me importa hacer, pero que hay muchas personas que tienen el sentido del ridículo muy agudizado y no lo hacen, e incluso a veces le impiden a una hacerlo.
Hoy me decía una de las del coro, "a mí el coro me da media vida, por no decir toda".
Yo tengo la suerte de tener varias cosas en mi vida que me la llenan, aunque otras me la vacían, ya me encargo yo de rellenar.




viernes, 22 de febrero de 2008

ME ESTOY HACIENDO MAYOR, INEVITABLEMENTE

Me estoy haciendo mayor, esto es además de una perogrullada, una auténtica realidad.
Mayor, me guste o no.
Pero esque es algo en lo que pienso todos los días, o casi todos.
Aunque en realidad estoy en el punto medio (intermedio, gege).
En realidad, todo depende de según cómo se mire (ya lo dice la canción).
Resulta que hay gente que me trata de “usted”, otras personas me llaman “señorita”, otras veces “chica”, y en otras ocasiones “señora”. Y claro, tengo un lío, no sé si soy señora o señorita. Sí que es verdad que no sólo depende de la educación del que se dirige a mí, creo que depende de la edad del que lo hace.
Pero, independientemente (o no) de cómo me vean los demás, yo veo que soy mayor. Sobre todo cuando subo en el ascensor con mi hija y me miro al espejo junto con ella, dicen que somos casi clones, pero veo que ella emerge y yo me voy sumergiendo en este río vital.
Recuerdo que mi madre, a mi edad actual, me parecía toda una auténtica “vieja” (con perdón, ella no me lee, pero da igual) e incluso una señorona. Y yo, me plantifico el chándal, las deportivas y el coleto y hala que me creo una chavalita, que esque me lo creo.
Y después por ejemplo, enciendo la televisión para ver el telediario, cuando lo hago de ciento en viento, y tal vez debe ser por eso, porque de repente me doy cuenta de que antes los locutores eran además de viejos, feos y rancios (o a mí me lo parecían). Y ahora, todos (casi) son jóvenes y de buena presencia, esque son más jóvenes que yo, y los presentadores, y los profesores de mis hijos, y los que están en las ventanillas de los bancos y en las tiendas…
Y, yo veo que en el fondo no sé si será que busco seguridad (siempre me gustó la gente mayor que yo, no sé si será que esto me lo marcó el rol de hija menor) pero el caso es que la gente más joven que yo no me inspira del todo confianza.
Y, definitivamente, me estoy haciendo mayor.

http://songza.com/z/2jdhob

miércoles, 20 de febrero de 2008

las llaves de casa

Recuerdo que a la edad de nueve años más o menos empecé a tener libertad de movimientos, es decir, iba y venía ya sola del colegio.
En aquellos tiempos no existía el portero automático, todo lo más había uno humano, que se instalaba en el portal en una especie de quiosco, donde tenía prensa, radio y alguna postal de alguna virgen o de algún santo. Alguno en navidad hasta adornaba su garito.
Pues bien, cuando yo llegaba a casa, mi madre había dejado las llaves debajo del felpudo, era algo natural y normal, cuando no había nadie en casa. Yo, lo primero que hacía era levantarlo y allí estaban. En la cocina solía haber un bocadillo de membrillo, chorizo o mortadela. Y mientras me comía el bocadillo escuchaba a Elena Francis.
Ahora me ha tocado a mí, cuando mi hija tenía doce años calculé que era el momento de dejarle las llaves. Dado que yo tengo portero, automático, y que a veces no estoy en casa, se las di. Para ella, fue darle su independencia y para mí, en cierta forma, también.
Esa sensación de dar libertad, como madre, es liberador y descansado en cierta forma, aunque también da el vértigo de saber que a partir de ese momento das otras cosas, con las llaves van muchas más cosas.
Todo esto me vino a la cabeza porque el otro día leí el tema de "los niños de las llave", son esos niños que les dan las llaves y con ellas les dan el abandono, la soledad...
Creo que una de las muchas labores y responsabilidades que tenemos como padres es darles la libertad y enseñarles a usarla. El hecho de que ellos puedan hacer cantidad de cosas solos no deben impedirnos estar pendientes de ellos.
Creo que hay mucha dejación a estos niveles. Creo sinceramente que a la edad de doce, trece...y unos años más nuestros hijos nos necesitan casi tanto o más que cuando son bebés. Es una necesidad diferente. Ellos cierran las puertas de sus cuartos y de sus oidos muchas veces. Pero creo que necesitan nuestra presencia.
El hecho de saber que estamos ahí. Estar en la retaguardia lo llamo yo. Estar sin que se note.
Son "mayores" pero siguen siendo pequeños.
Dar las llaves es dar la libertad pero en el llavero hay que meter también mucho amor.

martes, 19 de febrero de 2008

DORMIR BIEN

He vuelto a recuperar el sueño.
¡Qué maravilla!
En líneas generales (exceptuando mis otitis nocturnas) más o menos hasta los veinte años he dormido como los propios ángeles.
Después empezaron a venir las comeduras de coco, ésas que ahora con los años te producen hasta risa pero que yo al menos a los veinte me las tomaba muy en serio.
Esas trascendencias, esos amores frustrados, esas preocupaciones de los 20 y esos problemas que hacen que descubras que hay una vida ahí esperándote, y esas responsabilidades que llaman a tu puerta y te dicen que tienes que ocupar un sitio. Debió ser que en esa edad empecé a tomar las riendas de mi vida y a darme cuenta de que me tenía que empezar a buscar la misma.
Hasta entonces mi vida había sido, digamos, feliz, me había dedicado a estudiar (en eso no tuve problemas, la verdad, he de reconocer que me gustaba) y a pasarlo lo mejor posible, he sido, se puede decir, una "juergas".
Unos pocos años después vinieron los hijos, y ya se sabe hasta que ellos acostumbran a dormir de un tirón, se pasan noches en vela, al principio porque sus estómagos requieren ser rellenados con el alimento que la naturaleza le coloca a una en el cuerpo y que la hace sentirse como un depósito de gasolina y después porque se ponen malos, tienen pesadillas...
Cuando se fueron ellos acostumbrando a dormir toda la noche seguidita, empecé a ser yo quien noté que me despertaba varias veces en la misma. Entonces fueron años de dormir realmente fatal, y lo peor no era no dormir, lo peor eran los pensamientos que se apoderaban de mí durante la noche, los cuales se desvanecían con ella y cuando empezaba a amanecer y sonaba el despertador era cuando estaba totalmente dormida. Decidí acudir a la química, aconsejada creo que bien por una amiga médico, también probé con la relajación, el deporte...y mejoré pero seguía teniendo noches de insomnio, el silencio de la noche era únicamente violado por los ronquidos del susodicho (él dice que yo también ronco) y por los come-come de mi coco.
Y así hasta hace unos meses que por arte de birlibirloque he vuelto a dormir de un tirón, y es una felicidad, por una parte a veces pienso que me da rabia depender tanto de Morfeo, pero es que lo necesito para vivir.
Una noche de buen dormir es un día de vivir mejor.

lunes, 18 de febrero de 2008

LAS COSAS DE LA VIDA

A veces la casualidad, el estar en el momento oportuno y en el sitio adecuado.
A veces la sensibilidad.
A veces la química.
A veces la fuerza energética que tenemos los seres humanos.
A veces, tantas veces.

Y me sigo sintiendo viva.
Y le sigo dando gracias a Dios, no sé a qué Dios, no sé a dónde Dios; pero siempre he sentido una fuerza interior que en determinados momentos eleva mi mirada hacia el infinito (y más allá).
Esa fuerza me hace sentir viva.
Viva, en un mundo tan puramente muerto e inerte tan a veces.
Viva, en un mundo de luchas, de puñaladas, de miradas, de rutinas y de estupideces.
Y sigo creyendo en la vida porque sobre todo me siento viva y no puedo creer en nada ni en nadie que antes no haya pasado por mis tripas.
Cuando algo o alguien me transmite, eso me llena y me da fuerza para creer en mí, en la vida y en los auténticos valores que al fin y al cabo me empujan aunque me hagan sufrir y aunque muchas veces los traicione.

Hoy ha sido un correo de "Gracias", alguien que casualmente ha puesto el destino en mi vida, alguien que probablemente no hubiera encontrado si no hubiera sido por esas cosas de la vida...
Y me halaga, y me hace sentir viva, y me hace creerme mejor persona (humildad, a Dios le pido), sólo por eso Maite, hoy, un lunes de febrero me merece la pena vivir.
Y te devuelvo automáticamente el "Gracias" porque dándomelas tú a mí rebotan de inmediato como una pelota sobre un frontón hacia la raqueta.
Gracias a ti y suerte.
http://serpientenilo.blogspot.com/

domingo, 17 de febrero de 2008

LOS DOMINGOS

Siempre me han gustado los domingos.
Sé que a la mayoría de la gente le deprimen.
Pues a mí no.
Me siento, sobre todo a estas horas de la noche, con energía.
Normalmente, se supone que he descansado el fin de semana. He dormido, y he recuperado horas de sueño. Y estoy realmente descansada. A mí el descanso físico me ayuda a ver las cosas más claras y mejor. El dormir, como digo yo, me carga pilas, me carga de energía.

Tengo la suerte de desconectar fácilmente, y el fin de semana me sirve para poner distancia a los problemas cotidianos de cada día, sobre todo a los del trabajo. Que es de donde más necesito desconectar y de donde más me interesa hacerlo. Entre otras cosas porque los fines de semana, en mi caso, siguen teniendo trabajo, pero del que (aunque soy muy quejica) me gusta, típico: organizar la compra, hacer recados, organizar la semana, la casa...

Pues bien, cuando llega el domingo a estas horas me siento con fuerzas,
es como la sensación de empezar de nuevo,
de empezar de cero, de quemar lo viejo y estrenar lo nuevo.
Tal vez, será que en el fondo soy optimista y siempre (o casi siempre) le doy una oportunidad a cada semana.

Me gustan los domingos, que no los domingueros ni el dominguerismo.
Me gusta (los domingos) comprar los periódicos y el pan y que el postre sea especial.
Me gustan los domingos porque el ritmo se ralentiza, las tiendas cierran y a veces hasta hay menos tráfico y menos ruido en la calle.
Me gustan los domingos.

jueves, 14 de febrero de 2008

¿enamorarse?

Hacer una entrada sobre el amor, en un día como hoy, seguramente es de lo más facilón.
Pero voy a aprovecharme.
Confieso que con este motivo, ya desde hace unos años, hacemos una cenita un grupo de amigos y leemos poesías y pasamos un rato estupendo, sin rayar nunca en la cursilería.
Este sábado nos toca, y este año es en mi casa.


¿Enamorarse?
¡Qué bonito!
Ese subidón de adrenalina, esa emoción, esa tontería...
El acto en sí mismo, el momento, el flechazo, el instante.
Luego ya no todo es igual, ya no es lo mismo.

¿Es cierto?
¿Es real?
Es tan puramente instántaneo...
Pero es básico e importante que así ocurra, es químico, es espiritual...

¿Enamorarse?
Conozco a personas que nunca se han enamorado y me dan una pena...
Recuerdo mi primer amor, mi primera emoción. Tenía diez años, y lo recuerdo perfectamente. He sido un poco precoz, pero he de confesar que es uno de los sentimientos (junto con mis otitis infantiles) que más me han hecho sentirme viva. Desde entonces hasta hoy me he enamorado unas cuantas veces.


Amores imposibles, amores imprudentes, amores soñados, amores reñidos, amores eternos.


El amor de hoy ¿y para siempre?
No lo sé.
Te quiero hoy y como mucho mañana, más no me pidas.
Así vamos para veinte.

miércoles, 13 de febrero de 2008

LIBERTAD SIN IRA

Ya he comentado más de una vez que me encanta la música, que es uno de los motores de mi vida. Pues bien, muchas veces, en diferentes circunstancias de esas de cada día me vienen a la cabeza canciones, sintonías, letras musicales...y a veces incluso las exteriorizo, aunque la verdad qué poco se canta. Me refiero a cantar en casa mientras se cocina o se hace cualquier cosa, o en la calle, o en el coche... Recuerdo de niña que en mi casa mi padre siempre estaba cantando (aún hoy lo sigue haciendo) y de ahí mi afán por los boleros, de escuchárselos a él, además he tenido la suerte de que lo hacía (hace) bien. Recuerdo cuando había reuniones familiares o con amigos de mis padres, que siempre se acaba cantando. Yo creo, que esto hoy se hace poco.

Últimamente me ronda a la cabeza la canción de "Libertad sin ira" de Jarcha, recuerdo oírsela cantar a mis hermanos y de cantarla yo también. Y me ha venido a la cabeza porque me siento últimamente como sin libertad. A ver si me explico bien, y sobre todo con libertad.
Es un sentimiento, por lo tanto legítimo.
Nadie me tiene atada, lógicamente, puedo entrar y salir, tengo libertad de movimientos, en realidad tengo libertad de todo, dentro de un límite, bueno eso es de perogrullo.
Pero no me siento libre, digamos sobre todo a la hora de expresarme e incluso de actuar.
Siempre he presumido de decir claramente lo que pienso y actuar en cada ocasión como me da la gana, literalmente. Pero últimamente siento que cuando opino o cuando hablo soy juzgada por si estoy en un lado o estoy en el otro. Y al final parece que hay que decantarse. Y yo no por estar en mi punto intermedio sino porque veo en cada parte sus razones. Entonces porqué tengo que ser tachada de esto o de lo otro. Pero es que me parece que se cuelgan muchas etiquetas. Es que me parece que hay muchos prejuicios. Y en el fondo me da igual, y por supuesto no me quita libertad, pero me hace no sentirme libre porque me da rabia que se me presuponga de algo antes y/o después de opinar,argumentar,debatir...Y sobre todo, y lo peor es si el hecho de hablar o de actuar va a hacer que alguien te juzgue y te la guarde y eso te pueda afectar en tu vida.
Y entonces llego a la conclusión de que quiero libertad, pero libertad sin ira.

martes, 12 de febrero de 2008

¿LA VIDA ES BELLA?

Este fin de semana hemos visto en casa “La vida es bella”.
Creo que la elección ha sido un poco consciente, yo necesitaba verla. Y además mi hija se ha leído “El niño con el pijama de rayas”, yo también por cierto, pero del libro ahora no voy a opinar. El tema del holocausto, al menos mis hijos, lo tienen un poco borroso, han oído hablar pero les suena a chino. Y entendí que con motivo del libro era una buena ocasión para ver la película y además es una visión no demasiado dura, para mis hijos, en este caso.

Esta película, cuando la vi la primera vez no sabía lógicamente el final, recuerdo que sentía un cabreo durante la misma porque si por una parte admiraba la fuerza que tenía el padre, me cabreaba el porqué engañaba de esa forma a su hijo. Claro que cuando llega el final te das cuenta que a cambio de todo el “engaño” le salva la vida. Y desde luego, la capacidad de amar del padre es enorme. Su fuerza para endulzar a su hijo lo duro de la experiencia. Y tantas cosas que en la película se plasman.

Esta película me vino a la cabeza el otro día porque cuando yo comento algún problema con los amigos, compañeros…me dicen: “lo importante es que estés bien contigo misma, es tu paz interior”. Estas frases yo creo que estamos todos hartos de oírnoslas unos a otros. Es como una moda que hemos alcanzado hoy en día en que hemos rescatado al "yo", al "ego" y a la autoestima como base de nuestra vida. Y todo esto está muy bien, yo no lo niego, pero uno puede estar encantado consigo mismo, pero esque en ese "yo" es inevitable que entren los demás, porque no vivimos en una isla desierta. Entonces lo de "yo soy yo y mis circunstancias" es que es totalmente cierto. Porque digo yo, yo me puedo querer un montón, pero si tengo al lado a un hijoputa (con perdón) que todos los días me dice lo asquerosa, mala persona, etc…que soy, por mucha fuerza interior que yo tenga…y si en el trabajo a uno le va de pena. Y si los hijos te salen de pena…Sí, es verdad, que conozco a gente que teniendo unas circunstancias externas muy poco favorecedoras para la estabilidad interior (por eso me acordé yo de la película, en este caso) resulta que van con un halo de felicidad, o bueno sin llegar a tanto se las ve en paz. Y otras personas, son eternamente amargadas y parece que al menos externamente tienen circunstancias para ser felices.

Con lo cual, no sé si todo depende del autoengaño, del autoconformismo, de la autoaceptación, o simplemente de los genes, vamos, de lo que toda la vida hemos dicho carácter. Yo, siempre oía en casa decir, “ése, es que tiene muy buen carácter”.

En definitiva, la vida es bella o depende de nosotros. En realidad, no lo sé. A veces también me pregunto si yo a mis hijos les "engaño" para salvarles la vida.

viernes, 8 de febrero de 2008

IMPOTENCIA

Qué rabia me da que me den la vuelta a la tortilla.

Qué rabia la perversión del lenguaje.

Qué difícil expresar en palabras o en quejas aquello que sutilmente alguien hace en tu propia cara o a tus espaldas. Da igual porque no se puede testimoniar, no se puede exteriorizar. Es que se te presenta esa situación y te la comes con patatas. Sólo quedan (y menos mal) los amigos y hasta el blog para poder desahogarse y manifestar la impotencia.


¡Ay los pequeños detalles...!, son los más grandes.

Una mirada por ejemplo, una mirada limpia esque llena el interior de paz, pero una mala mirada penetra y llega como un mal rayo hasta las tripas.

Son ésos, los pequeños gestos ,que llenan nuestra vida o la vacían por completo.

Yo, tengo la suerte o desgracia de reconocerme muy sensible e intuitiva y esas cosas que están ahí, cada día, son las que son de agradecer o las que te amargan la vida, sin más.


¿Porqué, cuando alguna vez me quejo o expongo mi argumento, viene el de turno y me hace sentir que en vez de ofendida soy la ofensora y me pretende dar la vuelta a la tortilla?
Esque esto me pasa muy habitualmente.
A veces lo achaco a que soy poco prudente, o poco inteligente y no sé decir las cosas o no sé elegir el momento para hacerlo. Pero me sube una fuerza hacia la boca como si fuera una náusea y esque vomito palabras en vez de decirlas.

¿Por qué siendo por ejemplo, más lista que otra persona, la otra persona me hace sentirme más tonta y lo peor, me hace parecerlo? (el ejemplo denota mi falta de humildad, pido disculpas).

No sé, a veces, creo sentirme estúpida y volverme hasta tarumba.

Porqué a algo que es injusto, se lo cubre y se lo forra con celofan de colores para que parezca un regalo, y se lo acaba llamando incómodo como mucho, por ejemplo. Si es injusto es injusto. Sí,sí, mucho ordenador, mucho internet, mucha google, pero la mayoría de la gente no sabe el significado auténtico de las palabras. Esque se ha deformado todo tanto, que la realidad a veces deforma al concepto y lo que es de una manera acaba siendo de otra porque todo el mundo piensa eso.

Y porqué sólo entendemos a aquellos que les ocurre aquello que a nosotros nos pasó esa vez. Es que aplicamos la empatía como si fuera simpatía, que no sé si es lo mismo. Ponernos en el lugar del otro creo que nos cuesta.
En días como hoy, pienso que las personas somos muy débiles. Porque, unos por unos motivos y otros por otros, siento que hay como un escaqueo general, un desencanto, una desmotivación, un egoísmo, un "quítate tú para ponerme yo", un "¿qué hay de lo mío?" y sientes como que estás en una selva y es sólo la impotencia la que sale a flote. Y piensas, y te preguntas si es que no estás todavía preparada para vivir en ella (ya es hora) o te has olvidado de aplicar alguna lección que te enseñaron de niña. Mejor dicho es que las lecciones que a mi me enseñaron son las que creo, son las que me sé, pero al aplicarlas es cuando me doy cuenta...de lo buenos que son mis padres.

miércoles, 6 de febrero de 2008

SÍ, DÍGAME



¿Hemos aprendido a usar el teléfono?
¿Hemos aprendido a hablar por teléfono?
¿Sabemos identificarnos en dicho aparato?

Por ejemplo, en el trabajo, no sé si por desgracia o no, este es un medio de comunicación muy usual en mi puesto , y a lo largo de los años he observado, y precisamente mis interlocutores no son gente inculta, lo mal que se expresa la gente cuando habla por teléfono. Al descolgar el auricular... dan por sentado que el que está en el otro lado (en este caso yo) sabe con quien está hablando y para qué está llamando el del otro lado. Y hablan con una como si se tratara de su hermana, su mejor amiga o su mujer; y cuando no, como si se tratara del ser más tonto de la faz de la tierra. En ese momento es cuando mi yo más pedante interviene dejando caer al interlocutor la razón de su llamada, indicándole si sabe lo qué quiere, a dónde está llamando y sobre todo preguntándole su identificación, que después de casi un minuto de conversación la que suscribe no lo sabe. A partir de ahí, empezamos de cero.

Y cuando, estoy en casa sobre todo después de comer, cabeceando en el sofá, mi momento más ritual de todo el día, mi soledad, mi descanso...y se le ocurre a una vendedora argentina (no tengo nada contra ellos que conste, pero suelen ser argentinas) preguntarme si me interesa algún servicio de los que me ofrece...sapos y culebras salen de mi boca.

Y cuando, estás con alguien tomando un café en plena conversación, superagusto, y le llaman al móvil y entonces se te queda cara de gilipollas, y con quien estás que se supone que es un amigo abandona la conversación y el rato de intimidad ¡para hablar con un tercero!...sapos y culebras salen de mi boca. Y cuando vuelve a lo mejor me dice: "¿en qué nos habíamos quedado?" Recuerdo una vez cenando en un restaurante que había una pareja enfrente de mí (no sé qué relación tendrían) pero ella estuvo casi tres cuartos de hora, sin exagerar, hablando por el móvil, yo me preguntaba: "¿no sería más fácil que estuviera cenando con la persona con la que está hablando por el móvil?", aunque si así fuese, entonces llamaría por teléfono a la persona con la que estaba cenando.

Y cuando uno va paseando tranquilamente, o está en cualquier lugar y de repente alguien vocea por la calle, que se supone que es una conversación ¿íntima? y te estás enterando de todo, no sólo tú sino todos los que están alrededor.

Y a la gente le da igual estar en el supermercado, en plena caja por ejemplo y hablar con el interlocutor de turno. Y se llevan el móvil a todas partes ( he visto a la gente ir a mear con el móvil) como si se tratara de oxígeno para respirar y cada dos por tres lo sacan para ver si alguien se ha acordado de ellos. Pero ¡Dios!, ¿y el que está a tu lado? es que es más importante el que te llama que el que está presente. A veces, he llegado a pensar que hay gente que hace que habla pero en realidad no lo hace, como si fuera una pose.

A ver si inventan lo mismo que el día sin tabaco, el día sin ....EL DÍA SIN MÓVIL.

martes, 5 de febrero de 2008

MI ENTRADA NÚMERO 47

Se supone que hoy puedo celebrar algo, ésta es mi entrada cuarenta y siete, ya lo sé no es mi entrada cincuenta que sería más normal, pero este número me gusta.
Llevo dos meses y pico en esto.
Me gusta, me obliga a ponerme las pilas, creo que esto ya lo he comentado alguna otra vez.
No tengo ningún método, no tengo ningún fin.
Es más, no sé hasta dónde llegaré y hasta cuándo aguantaré.
Lo que sí quiero es ser libre.
Ser yo en mi blog.

Transmitir, no sé si lo consigo, mi alegría en ciertos momentos, mi tristeza en otros, mi mala leche, mi carácter. Mis "valores" (es que no me gusta este concepto) de libertad, de naturalidad, de transparencia; de querer vivir, en definitiva.

A día de hoy me sigo preguntando quien me ha traído hasta aquí (me refiero al blog) y por cierto no puedo evitar acordarme del último libro de Óscar Esquivias, "Viene la noche", por el tema de los paréntesis, y es que yo creo que abuso de ellos como Benjamín. Aprovecho para comentar que he pasado unos ratos muy agradables y que el libro me ha encantado. Es sencillo y además me he reído mucho. Ahora he cogido "La suite francesa" que como muchos otros libros le dejé a medias, y espero volver a retomarlo.
Lo mío con los libros es de poca fidelidad, como no me enganchen les dejo por otro, pero al paso del tiempo me entra el gusanillo y vuelvo a intentarlo. Ellos siempre están ahí esperando a que yo los coja.

Y bueno, he pasado de un tema a otro.

Estoy escribiendo tal cual, según me viene a la cabeza.

En una tarde de martes de carnaval. Recuerdo en tiempos ir una noche como la de hoy al entierro de la sardina y vestirme de viuda, y llorar y llorar, era divertido. Pero, creo que hoy no voy a estar por la labor. El espíritu me llama, pero mi cuerpo me dice: "qué a gustito se está en casa, deja, deja", ya lo sé, me estoy haciendo mayor.

Mi hija está estudiando y me toca en diez minutos preguntarle un tema que trata de los voltios y todo eso, "uf". Luego cenaremos en familia, y leeré un poco. Y así, habrá pasado un cinco de febrero, que por cierto es Santa Agueda, las mujeres en un día como hoy en muchos pueblos toman el mando. Esta noche brindaré por las Aguedas y por mi entrada cincuenta en mi copa de vino.

Gracias a los que me dáis ánimos a seguir, y sobre todo a Pedro, Javier, Ana, y a los comentaristas que suelen entrar de vez en cuando Pancho, Bipolar, Perla, Francisco, Blogófago y a todos los que me leen y no se atreven a comentar...
Gracias a todos y a por otras cuarenta y siete...

domingo, 3 de febrero de 2008

EL POSO


Todo deja huella.

Todo queda.

Todo se impregna.

Todo cala.

Todo es permeable.

Todo deja poso.


A veces una descubre, paseando tranquilamente por la calle o simplemente yendo en coche a trabajar, que un día fue feliz y sin recordar aquello conscientemente siente en ese preciso instante o momento un poso de bienestar, es el poso de la paz interior.

Otras veces es lo contrario, una está de mal humor, se siente como amargada y desesperanzada. Y en ese preciso instante o momento piensa que es por algo, algo en algún momento no acabó de digerirse bien y entonces quedó allí el poso, los posos... y son ellos los que ahora traen el sabor amargo de los restos de aquella experiencia.


Y, procurando vivir -equilibradamente- hay posos que cogen forma de legañas y nos impiden ver con claridad. Otros se convierten en tapones de cera que insonorizan nuestro ambiente. Y a veces esos posos sellan nuestros labios y nos impiden hablar, sonreír; y lo peor, nos impiden besar.

Ese sabor que deja un buen café, un buen vino -como el del otro día -, una buena comida, un buen paseo, un buen libro...Ese poso...

Pero a veces el café está demasiado amargo, el vino pasado, la comida muy fuerte, en el paseo nos salen callos y el libro fue un ladrillo.

Hoy dejo mi poso de tarde gris de domingo de febrero. Es un poso un poco tristón y melancólico.

La foto de hoy se me parece a los posos que hubiese dejado un ramo de novia tipo "bouquet".

viernes, 1 de febrero de 2008

mi copa de vino


Me acompaña cada día.
Me relaja y me ayuda a digerir...
Sola o con alguien, un vino, el vino, unos vinos.
El vino, tinto.
El vino, rojo.
Rojo, pasión.
Rojo, amor.
Qué rico el vino.
Vino para saborear.
Vino para brindar.
Vino para reposar.
Vino para comer.
Vino para beber y
vino para vivir...
------
Las fotos son mías.
La primera me ha gustado como ha quedado, aunque no se ve el pie de la copa.