domingo, 27 de enero de 2008

HOY HE COCINADO YO



Me encanta cocinar.
Qué pocas veces lo hago. Mejor dicho, qué pocas veces lo hago con ganas.
Por las prisas.
Por el "¿qué pongo mañana?"
Porque esto no les gusta, porque aquello menos.
Y entonces normalmente en vez de cocinar, hago la comida, que parece lo mismo pero no es igual.

Hoy he cocinado yo, he cocinado con calma, con tranquilidad.
He hecho olla podrida.
No tiene ningún misterio.
La he hecho despacito, con mimo, vigilando las alubias.
No en la olla a presión. Sino como la hacía mi abuela, y como la hace mi madre.
Las alubias rojas las compro donde Maricarmen.
Maricarmen me saca de muchos aprietos.
Tiene una tiendecita abajo de casa, de las de toda la vida, de las que me gustan y cada vez más.
Me encanta ir donde Maricarmen y comprar las legumbres, y la fruta y la verdura. Y charlar con ella. Las tiendas pequeñitas de barrio, las reivindico, que me encantan, que me daría mucha pena que desaparecieran.

He hecho olla podrida.
No tiene ningún misterio.
Y he puesto morcilla, morcilla que me ha dado mi vecina, que en su pueblo han hecho matanza.
Y también costilla y tocino y chorizo y pata y oreja...
Y la he hecho despacito. Como toda la vida.

Hoy, he cocinado yo.
Y se han chupado los dedos, y les ha gustado.
Qué rico sabe lo que se hace despacito y con mimo...


PERDÓN

Setenta veces siete.
Me confundo.
Meto la pata.
Me arrepiento.
Reminiscencias judeo-cristianas.
Me da igual.
Te perdono.
Me perdonas.
Cuesta, cuesta perdonar por dentro.
Vamos arrastrando a lo largo de la vida el cansancio de las heridas.
Y nos cuesta perdonar.
Las lacras del dolor, del daño que no acaba de pasarse ni de curarse.
Sí, creía que te había perdonado, pero noté que reaccioné así porque en mis tripas quedaban aún resquicios de aquella indigestión, que aunque fue hace tanto tiempo... no acabo de eliminar.
Sí, me perdonaste pero te quedó el morado, aunque se fue de tu piel, por dentro de ti estaba aún la sangre deteriorada.
¿Porqué es tan difícil perdonar?