jueves, 19 de marzo de 2009

mi padre

Como no sé qué regalarte...
sólo puedo contarte,
y de paso recordarte,
parte de lo que tú me entregaste.
..............
Me cortabas las uñas,
y también me cantabas,
lo hacías en el coche
y a veces por la casa.
Me llevabas a la escuela
y a veces al hospital
pues yo era muy locuela
y a veces un poco animal.
Y me hacía una brecha
con una puerta o un cristal,
"que la niña se desangra",
"llévala tú, que yo estoy harta".
A veces tenías mal genio,
pero pronto se pasaba.
El pelo tan bien me secabas...
y de paso me abrazabas.
Siempre tú cantabas...
Me llamabas "gacela"
y me llevabas al escuela.
Y muchas cosas más...
me han dejado buena secuela.
Y, ahora, eres abuelo
de mis hijos, el primero,
y ser padre y ser abuelo
es como estar en el cielo.
Tengo yo cuarenta y dos
y tú, sólo setenta y siete...

jueves, 12 de marzo de 2009

sólo quiero cachondeo

No sé si es por el tiempo,
si será por el sol,
o ¿qué será?,
digo yo,
pero cada día más,
me río de todo
y de toós.
Y, ¿cómo lo puedo evitar?
si de cualquier cosa me puedo hasta mear.
Soy pura espontaneidad, amén de naturalidad.
No sé porqué será
la luna llena ya no está.
Sea lo que será
no lo puedo evitar.
Y claro, a veces se puede pensar
que rozo con la maldad.
Porque sea lo que sea
me produce falta de seriedad.
Pues eso que el cuerpo me pide cachondeo
que ya está bien de tanta mediocridad.

martes, 10 de marzo de 2009

La mala educación

Sí, la de los niños.
Sí, lógico, la de sus padres.
Que sí, que hay mucho maleducado por metro cuadrado.
No sé si es falta de sensibilidad.
La mala educación es amiga del egoísmo, estoy casi segura.
Cada día lo veo, y bueno no es que yo vaya de superfina.
Si estoy en el trabajo, y estoy hablando por teléfono, entra alguien y me habla, pero pienso: "este tío (o tía) es que o está ciego, o está sordo, o es gilipollas, no, es un maleducado". Se supone que si yo estoy hablando por teléfono la persona que entra tiene que esperar a que yo cuelgue. Que yo no hablo sola, señores, que en mi mano está el auricular, coño. Pues espérese. Pues no, esto no lo entiende, y me pasa cada día. Eso es mala educación.
Por ejemplo, simplemente, el otro día ( como no llevo cámara...pero qué pena) tuve que ir a urgencias por el rollo este del oído (voy mejor, amigos) y a parte de que mi frecuencia auditiva está desproporcionada, aquello parecía una jauría. Yo pensaba: "se supone que estamos en urgencias, se supone que estamos aquí porque estamos enfermos, entonces por qué la gente habla tan alto, por qué esos niños no paran de corretear si se supone que les han traído aquí. Y que hacen esos dos de enfrente que no paran de reírse y de hablar..." Eso es malaeducación.
Y os invito a compartir situaciones en las que percibáis la mala educación.

jueves, 5 de marzo de 2009

SILENCIO

Me gusta hablar
reconozco que a veces me cuesta escuchar, ¡¡gran fallo!!!
Aunque también me gusta escuchar, depende del momento.

Y, aunque el que me conozca se sorprenda,
me gusta callar, de verdad.

Me gusta el silencio, cada vez más.

Esta otitis (de los cojones, perdón) que me tiene entamponada, me hace hablar poco, porque me escucho demasiado a mí misma, y porque me cuesta escuchar mucho a los demás. Hablo y escucho lo justo, necesario y obligatorio.

No sé que da más presión a mi cabeza, ahora mismo, si escuchar o hablar.
Porque no es por nada, no me gustaría nada quedarme sorda, para lo que hay que oír (aunque esto último sea un topicazo). Además me he dado cuenta de que se habla tanto para decir tan poco, y sobre todo se repite todo tanto.
Hablar, pues sí es cierto, por la boca muere el pez. Siempre he pensado que es de inteligentes el estar callado, aunque también el que calla, otorga. Con lo cual, no sé. Pero el bla, bla, bla...me ataca.

Que gusto el silencio, aunque ahora mismo en mi cabeza hay zumbidos y a veces pitidos.
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Hoy he recordado una etapa de mi vida.
En mi época de universidad pertenecí a unas comunidades de base de los jesuitas. Conocí a mi amigo Cipri estudiando la carrera, y él me contó que formaba parte de esta "historia". No voy a explicar lo que son porque no viene al caso. Lo que sí sé es que a mí me aportaron sobre todo crecimiento espiritual y como persona. Y sobre todo maduré mi fe (la cual no sé si está madura, o cómo, actualmente, pero eso es otro cantar).
En aquellos momentos, 18 añitos, y teniendo en cuenta que había ido a un colegio de monjas, mi actitud ante lo religioso era de uñas. Mi actitud era crítica, total y absolutamente. Pero, siempre en mi interior tuve (y creo que sigo teniendo) una inquietud espiritual. Como yo digo, me siento más espiritual que religiosa.
Pero bueno, me estoy enrollando (menos mal que esta entrada se llama SILENCIO) para contar lo que quiero.
Una de las muchas "aventuras" que tuve con estos jesuítas (que son la leche), fue hacer una semana de ejercicios espirituales en Loyola (la cuna de San Ignacio). En silencio total. Me lo propuso un amiguete jesuíta, yo estaba en aquella época un poco ¿descontrolada?, ¿aturdida?...No sé, necesitaba unas vacaciones de...
Yo tenía 22 años, y ¡joder! enfrentarse una semana a uno mismo con su mecanismo era atrevido.
Pues bien, me lancé.
Fue una maravilla, recuerdo muchas cosas de aquella experiencia. Muchas.
Y recuerdo el silencio, el silencio me daba libertad. ERa un silencio lleno, muy lleno.
Lleno de mis recuerdos,
lleno de las conversaciones que escuchaba en euskera cuando me iba a tomar un café a las tabernillas del pueblo,
lleno de aquellos parajes,
lleno de mis planes de futuro.
Silencio.Silencio.

lunes, 2 de marzo de 2009

otitis

Cuando era niña, creo recordar, tuve muy buena salud, mi constitución era fuerte, comía bien, todo me gustaba, se puede decir que era una niña sana. Lo único que cogía eran otitis. Recuerdo que quería morirme de dolor, siempre me sorprendía ese dolor por la noche, y hasta que fui un poco más mayor, y me lo aguantaba solita, era mi padre quien se despertaba, a veces también mi madre, y me echaban unas gotas (otosedol, creo que se llamaban), me daban una aspirina, y con una toallita caliente después de haber la pasado por la plancha, me la colocaba en el oído (joído) que me dolía. Me pasaba las noches en vela, y eso hacía que al día siguiente faltara al colegio. Creo que es por lo único que he faltado a clase. Todo esto provocaba que mi madre, quien hacía el punto de maravilla, me hiciera unos pasamontañas (¡¡que odiaba!!) para taparme los oídos, y siempre llevaba algodones en los oídos. Creo que por este motivo nunca me llevaron al médico, la verdad es que en mi casa pocas veces íbamos al médico, en todo caso y raras ocasionees venía el médico a casa, cuando teníamos gripe, entonces nos recetaba penicilina y mi tía Mari bajaba a casa y era quien nos ponía esas inyecciones.

En fin, que después de unos cuantos años, algo así como desde el jueves ando "joída" de los oídos, empecé por el derecho, y claro la envidia es así, ayer el izquierdo quiso hacerse protagonista, aquí el punto intermedio hasta en los oídos.
Ando inmersa en mí misma,
estoy desorientada del todo,
los ruidos de la calle no existen para mí, de vez en cuando oigo alguna sirena de ambulancia, que amén de no sufrir alucinaciones a veces pienso que corretean ambulancias de juguete por mi interior.
Los ruidos de mi saliva al tragar se me hacen a veces tan prsentes que pienso que el que está al lado los va a oír también. Cuando el estómago anda revuelto, me quedo pasmada escuchándolo.
Si el de al lado me habla, no me entero.
Cuando voy por la calle, estoy desbrujulada del todo.
Y la presión es tan grande que a veces pienso que la cabeza me va a estallar.
La verdad que uno se acostumbra a los sonidos de la calle, y están ahí, a los ruidos de casa, de abrir un grifo, de mis hijos al entrar en casa, de las llaves al abrir la puerta, de las pisadas...En fin hay cantidad de ruidos que son parte de nuestra vida.
Pues ahora unos se han acrecentado y otros se han alejado.
Y es como un viaje al interior que me tiene un poco harta.
Fui al médico y me recetó gotas antibióticas, ibuprofenos para cuando duelen, pero yo quiero bajarme ya de este puerto, que me ha provocado una presión insoportable en los oídos.
Y no sé porqué la llaman otitis porque yo la llamaría otatas.