miércoles, 5 de marzo de 2008

la empanadilla de Móstoles o la necesidad de comunicarse

A lo largo de mi vida laboral he aprendido mucho y lo sigo haciendo cada día, no en sí por el contenido del trabajo sino por las anécdotas que me proporciona el mismo.
Pues bien, hoy he tenido una llamada de esas con las que aprendo y me río, respetando de verdad siempre a la persona. Me suelo reír de las situaciones.
La llamada era sobre un asunto (es lo de menos) pero la persona que llamaba ha empezado a darme un montón de explicaciones, y yo no podía frenarla porque entre otras cosas no sabía lo que en realidad me estaba pidiendo, y porque además la notaba tan enfrascada que el sólo hecho de interrumpirle me parecía imposible. Yo no sé si ella sabía a dónde llamaba o simplemente tenía necesidad de hablar. Y yo sólo podía escuchar. Mientras tanto, yo iba anotando todos los datos que me iba proporcionando y así ser capaz de concretar lo que me estaba contando.
En un momento que la interlocutora cogió aire para respirar, pude por fin intervenir.
Mientras la escuchaba no podía dejar de recordar a Martes y Trece con su empanadilla de Móstoles.
Se supone (o se presupone) que la persona que estaba al otro lado del teléfono era de una madurez cultural e intelectual, lo cual me hacía pensar cómo era posible que pudiese ser tan pesada. La señora que llamó a "Encarna de noche" era una mujer cuya vida estaba limitada por sus circunstancias como tantas otras mujeres, pero ésta que me hablaba no. Y yo seguía sin ser capaz de saber qué es lo que quería y para qué me había llamado.
Al final de la conversación le llegué a decir cordialmente que las palabras se las lleva el viento y que si no le importaba me expusiera su problema por escrito.
Pensé si tal vez es que lo que necesitaba era comunicarse.