jueves, 3 de abril de 2008

HE RECIBIDO UN PREMIO


Cuando iba al psicólogo, recuerdo, cómo me enseñó a colgarme medallas.
Esto de la autoestima funciona así.
Lo típico, me enseñaba un método para intentar mejorar mis limitaciones y superar mis fobias. De tal manera que a medida que iba mejorando y superando todos mis fallos, yo misma debía ponerme medallas.
Recuerdo, que me costaba un montón. Pero como todo, le fui cogiendo el tranquillo.
Claro, todo esto depende del nivel de autoexigencia de uno mismo. Porque uno puede acabar lleno de galones y medallas como un militar de alta graduación, y no ser merecedor de ellas.

Pero, también es cierto que he recibido una educación con alto grado de exigencia y tirando a negativa, con lo cual en mi infancia y adolescencia me han colgado pocas o ninguna medalla.
Esque lo bueno era obligatorio, y se daba por hecho, nunca te recordaban lo bien que hacías algo.
Sin embargo lo malo (o lo subjetivamente negativo, que no tenía porqué ser malo) te lo refrotaban continuamente .
Ay, se me olvidaba, gané una de cartón en los campamentos.
Así, que yo, me cuelgo medallas de vez en cuando. Y , a mis hijos también. Y, a los amigos, y al marido, por Dios, a ése también. Tengo de muchos tipos y colores (medallas, no maridos, con uno tengo suficiente).
Ahora, que si hace falta las quito y las vuelvo a poner. Son medallas de quita y pon.
Pues bien, hoy he recibido un premio.
Y, ¡qué coño! me ha hecho ilusión. Además junto con Bipolar, que cada día la quiero más.
Los premios, los halagos y todas estas cosas nos encantan a todos.
Por que esto de la autoestima (la falta de autoestima), aunque a veces llega a resultar pedante la verdad, es algo que llevamos arrastrando durante muchas generaciones, no sé si por la cultura ésta de la culpabilidad judeo-cristiana o simplemente es más de los castellanos. En general, nos queremos poco a nosotros mismos. Y, si los demás nos dicen cuánto nos quieren, eso ayuda de cojones a quererse a uno mismo.


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Ha empezado abril
y me siento vivir.
La luz es más potente.
Y el sol está radiante.
Ayer noté el sol en mi cara.
Cerré los ojos y allí estaba.
Paseé durante una hora,
decidí que ésa iba a ser la que me robaron el sábado.
Y sentí que la recuperé.
Escuché música.
Me sentí viva.
Sólo necesité sentir el sol,
sentir la luz,
la hierba bajo mis pies,
el Arlanzón a mi lado, de compañero de viaje.
Y, encima hoy, recibo un premio, ¡qué más puedo pedir!
Gracias, Pedro.