martes, 11 de marzo de 2008

LA IMPORTANCIA DEL NOMBRE

Cuando me quedé embarazada y me tocó elegir nombre para mis hijos, recuerdo que aunque esto me parecía algo tonto y superficial, tuve muchos quebraderos de cabeza. De hecho, el nombre de mi hijo, me sigue sin gustar, sólo por el hecho de que cuando lo he nombrado en voz alta, más de uno se vuelve. Y a la vicecontra, cuando alguien lo pronuncia, él se vuelve.
Y, ya le digo yo, la culpa la tuvo tu padre, que no te quiso poner su nombre por si lo utilizaban en diminutivo, hijo mío, que este nombre ya le persiguió a él en una época y lo sigue haciendo; porque se siguen haciendo jaimitadas, y sigue habiendo mucho jaimito de protagonista de chistes y de la propia vida.
Y a mí, que me encanta como suena Jaime.

El nombre es para toda la vida.
Al elegir el nombre, siempre recuerdas a alguna persona que se llamaba así y que te caía bien o mal, y en función de ello ni se te ocurre renombrarlo.

Esque nos llaman a lo largo del día varias veces. Y éste "rintintín" es un eco a lo largo de nuestra vida.
Hoy he pensado en ello porque he tenido que llamar por teléfono a Felicidad, no a toda ella, sino a una persona cuyo nombre era ése. Entonces he verbalizado en alta voz, ¡qué putada! (la susodicha no me ha oído). La verdad que cargar con ese nombre toda la vida tiene que ser agotador. Aunque hay otros como Dolores, Caridad, Esperanza....y un largo etcétera.
Muchas veces he pensado los nombres que tienen (tenemos) las personas, lo que nos marcan.
Hay nombres que tienen cacofonía con los apellidos y no entiendo si es que lo hacen adrede los nombradores .
Hay nombres de moda, que no hace falta que diga. Todos hemos oído, sobre todo a niños muy hispanos con nombres muy ingleses.
Hay que tener gusto hasta para elegirlo.

En concreto mi nombre, no sé porqué, no me ha gustado nunca.
Suena muy ronco y muy fuerte.
También a veces me ha hecho sostener no sé qué.
Dicen en casa, después de que tres hermanos me predecieran con nombres (para mi gusto) mucho más bonitos que el mío, que ya no se les ocurría otro, y que si mi madrina se llamaba así, y mi madre, también. Total, para mi gusto, pecaron de poca originalidad conmigo.

Luego está cuando te encuentras con alguien, que se supone que conoces muy bien, y no te acuerdas de su nombre (pero te acuerdas del mote, que es peor, tengo que reconocer que esto siempre se me ha dado bien y me ha jugado malas pasadas en estas situaciones) y esa persona casualmente sí se acuerda del tuyo. Y llevas un rato con él (ella) y estás a la conversación, pero no para de rondar por tu cabeza su nombre. Y no hay manera, que no viene, que es como un orgasmo perseguido que no llega. Y al final, terminas la conversación y le dices "hasta luego" (sin más) y él (ella) te despide personalizando con tu nombre ese momento. Y te quedas con cara de idiota. Porque deberías saberte su nombre. Porque se da por hecho, porque es como no saberte el nombre de tu padre, el de tu jefe, el de tu marido. Que por confusión de nombres ha habido más de un problema.
Creo que lo peor será no tener nombre.
Y sobre todo no acordarse de nuestro propio nombre.