jueves, 3 de julio de 2008

AL MAR

El mar.
Su inmensidad.
Su grandeza.
Que no, que no puedo hacer nada.
Que me anulas.
Que me conviertes en sólo espíritu y pensamiento.
En esencia.
Me diluyo en tu liquidez.
Me adormezco contigo.
Me dejo acunar por ti.
Y entre tus brazos, mecer.
El brillo del sol sobre ti me emborracha de paz.
Y no puedo hacer nada.
Sólo puedo ser, sólo.
Sólo estar y dejarme llevar.
Sin hacer nada:
el mar me hipnotiza.
el mar me relaja.
el mar me abandona.
No puedo leer.
No puedo hacer nada.
Sólo mirarlo.
Sólo escucharlo.
Cerrar los ojos o abrirlos.
Ahí, estás, te apoderas de mí,
me absorbes,
me dominas,
me engulles,
me aniquilas,
me posees,
Y me dejo.
Tal vez fui sirena.
Tal vez, o pirata.
¿Quién sabe?
Después de ti,
sólo me cabe mirar al cielo.
Al cielo de mi Castilla.

Escrito a mano, como en los viejos tiempos, después de un baño de una hora y sentada frente al mar, a primera hora de la mañana. No había nadie a 100 metros a mi alrededor.