lunes, 21 de abril de 2008

el idioma

En el colegio, estudié inglés.
Con los años me matriculé en la Escuela de Idiomas, e hice tres cursos de inglés, tengo pendiente de acabar.
En inglés me defiendo, sobre todo a la hora de entender, al hablar me corto más. Entonces, en el fondo no sé si me sirve de mucho, pero bueno, algo es algo digo yo.
Esto de los idiomas, cuya importancia hoy en día es de primerísima necesidad en cuanto a encontrar un trabajo se refiere, a mi me pone enferma. Porque con lo que a mí me gusta hablar, me da rabia y pena e impotencia no poder entablar una relación (amistosa, me refiero, mi marido nunca me lee, pero por si acaso, ay que sino dejo las cosas claras, ¡qué gilipollez!) por el puñetero idioma.
Me he encontrado en diferentes situaciones en la vida, que me he acordado de aquello de la Torre de Babel que nos explicaban de pequeños...y digo yo, ¡qué rabia!. Han sido situaciones que debido al idioma se han provocado malentendidos. Si resulta que hablando el mismo a veces no nos entendemos.
¿A qué viene esto? , diréis.
Pues a que tengo a Camile en casa, es una niña ideal, es francesa, habla muy suavecito y bajito. Es una monada, pero claro habla francés (y yo, perdón por la vulgaridad, de francés lo justo y necesario, ejem...). Está en casa, por un intercambio. En octubre mi hija fue a Tours (ciudad preciosa y con un entorno ideal, por cierto) y ahora le tocaba a Camile venir.
Y yo, me pongo negra, se supone que la tengo que hablar en español, pero es que las mínimas cosas me resultan agotadoras. Ella me mira con ojitos muy despiertos, y yo gesticulo sin parar.
Esta pasada noche no sé ni cómo ha dormido (ella me ha dicho que bien) porque el uso de las sábanas bajeras y encimeras debe ser típicamente español, ellos sólo conocen el edredón nórdico (mucho más práctico por otra parte).
Esta tarde se lo explicaré, me meteré en mi cama y le diré que es así como se hace.