jueves, 28 de febrero de 2008

EN EL COCHE

Siempre me ha gustado conducir.
Me encanta.
Sobre todo en ciertas carreteras, de ésas que cada vez quedan menos. Pero todavía hay.
Esas carreteras estrechas que tienen árboles a los dos lados y desde las que se divisa horizonte.

Recuerdo de niña cuando íbamos en coche a cualquier parte, eramos cuatro e íbamos como sardinas, que me encantaba ponerme en el lado de la ventanilla. Desde allí observaba todo cuanto pasaba y dejábamos atrás. Me hacía pensar, aún siendo muy niña, el hecho de mirar y observar el paisaje. A veces eran pueblos, otras, eran personas que nunca más iba a ver en mi vida. Era como introducirse en la intimidad de la vida ordinaria de cada pueblo. Era como ser partícipe de un día cualquiera de sus vidas.

Recuerdo que me gustaba observar a mi padre conduciendo, y le decía en muchas ocasiones que me explicara el funcionamiento del aparatejo. Aún recuerdo muchas veces, estando el coche aparcado pidiéndole por favor que me dejara sentar. Entonces, cogía el volante y mentalmente conducía hasta los mares del sur.

En cuanto tuve la oportunidad aprendí a conducir. Me enseñó un buen amigo con mucha paciencia, que precisamente un accidente de tráfico se le llevó una noche de verano, no sé si a los mares sur. Un beso desde aquí, Ángel.
Tengo que reconocer que enseguida aprendí, y como no podía sacarme el carnet, más de una vez conduje sin tener derecho a hacerlo. En cuanto me hice con unas pelillas de esas que se obtienen con trabajos secundarios y terciarios a los veinte años, me saqué el carnet, ya lo he renovado dos veces, ahora tengo el moderno, ése que es como una tarjeta de crédito.
Y desde entonces, en el coche he pasado momentos estupendos, me encanta fumar en el coche abriendo un poco la ventanilla y escuchando música. A veces me dejo llevar por alguna carretera de esas que tienen árboles.
Pero, también he pasado momentos de tensión. He llegado a sacar en alguna ocasión y sobre todo por ciudad, que es donde todo el romanticismo que ofrecen esas carreteras se desvanece con los semáforos, con los pitidos..., al ser más primario que llevo dentro. Salto como un muelle. Insulto, hasta hago gestos soeces...
Y me pregunto por qué será.
Cómo es posible que dentro de ese habitáculo sienta experiencias tan extremas.