viernes, 7 de marzo de 2008

tkm

Por circunstancias de la vida, más que nada por circunstancias de mi rol de madre, tengo la suerte o la desgracia, todo depende cómo se mire, de toparme cada día con una adolescente en casa.
No voy a contar lo que esto supone porque no quiero aburriros ni abusar de vuestra buena fe.

Está bien que use el blog de sofá, pero vamos que no quiero convertirme en la típica amiga petarda que está todo el día hablando de ella y sus rollos personales y familiares.

A lo que voy, no es nada nuevo para nadie que los adolescentes están, hoy en día, inmersos en el ordenador (en algo nos parecemos a ellos?) y en el móvil.

Son sus medios de comunicación preferentes. Yo hasta ahora, soy un poco sargento, pongo bastantes límites porque sino esto sería el desmadre (jajaja, nunca mejor dicho, qué malo).

Tengo la suerte de poder confiscar el móvil a mi hija de lunes a viernes, y sí, lo digo así porque sé que hay madres que ya han tirado la toalla con este tema. Mi hija tiene casi 14 años, y si la confisco el móvil no es tanto por el tema económico sino porque un día descubrí que andaba mandándose mensajes y haciéndose perdidas (por cierto que la primera vez que mi padre le oyó decir a mi hija, "mamá, me haces una perdida", se quedó atónito y me dijo, "pero Dios mío, mi pobre nieta con 12 años y ya está echada a perder", es cierto, esque no lo entendía) a altas horas de la madrugada. Con lo cual deduje que no era ella sola, otros-as adolescentes andan haciendo lo mismo, y yo verdaderamente no estaba dispuesta a que mi hija no durmiera lo suficiente, porque entre otras cosas luego yo tengo que recoger los platos rotos de este cansancio y no estoy dispuesta.
He notado, que a raíz del lenguaje que se ha creado en el móvil, en el messenger, en el foto-log...casi todas sus despedidas son muy cariñosas, vamos que se quieren muchísimo, aunque luego se critiquen por detrás, a esa edad y entre chicas siento decirlo se suele dar y mucho.

Se besan mucho en sus despedidas, y se dicen continuamente lo que se quieren. Y a mí todo esto me hace pensar. Yo vengo de una época y de un lugar, CASTILLA, donde más bien somos reacios a besarnos y a decirnos lo que nos queremos, a tocarnos, a abrazarnos... Pero no sé, ni tanto ni tan calvo. Cómo me acuerdo de mi madre (poco dada a besos, la verdad) que siempre ha dicho: "Obras son amores y no buenas razones", y a veces pienso que qué razón tiene. Algun día tengo que hacer entrada sobre los refranes y lo mucho que han influido y siguen influyendo en mi vida.

Y por un lado todo esto está bien. Ya lo dicen los psicólogos que debemos tocarnos más, decirnos lo mucho que nos queremos. Pero empiezo a dudar de este amor y de este cariño tan gratuito y tan empalagoso, incluso.

Y, bueno por imitar un poco a mi hija y a sus colegas voy a despedirme como lo hacen ellas,
tkm,tkm,tkm.....