domingo, 24 de febrero de 2008

UN DÍA EN BILBAO






El Sábado tuve un día estupendo.
Cuando salgo con mi gente del coro es una inyección de descanso mental.
Teníamos una actuación en Bilbao.
Salimos a las nueve de la mañana de Burgos.
Fuimos en autobús. Esto suele ser agotador, en esta ocasión no porque Bilbao está a un paso.
El ambiente que se crea en un autobús, cuando vas un grupo de gente conocida, es especial.
A mí me recuerda a las excursiones del colegio.
Tenemos a Quique que es genial y cuenta los chistes de una forma graciosísima.
Siempre cantamos, a la vuelta claro, el director nos tiene prohibido hacerlo al ir porque sino nuestras voces se deterioran.
Y sobre todo, nos reímos muchísimo, pero a carcajada, nos reímos de todo y de todos, sanamente. Es tan importante la risa, esa risa de empatía, esa risa de buen rollo.
Bilbao estaba precioso, yo hacía unos siete años más o menos que no iba. Y lo encontré ideal.
El cielo estaba azul, era un auténtico día primaveral.
Estuvimos en Artxanda, desde allí se veía Bilbao con una claridad espectacular e inusual.
Pude comprobar los inicios de la primavera
Por la tarde paseamos cerca del Guggenheim, me parece una obra arquitectónica magnífica.
Como ha quedado la ría, sus puentes...
Fue un día tan agradable. Había mucha vida, había niños, padres paseando a bebés en sus carritos, gente patinando...
Por el paseo de la Ría había unos búlgaros tocando el clarinete, y acabamos cantando con ellos el "New York", y bailando en el paseo... Son esas cosas que a mí no me importa hacer, pero que hay muchas personas que tienen el sentido del ridículo muy agudizado y no lo hacen, e incluso a veces le impiden a una hacerlo.
Hoy me decía una de las del coro, "a mí el coro me da media vida, por no decir toda".
Yo tengo la suerte de tener varias cosas en mi vida que me la llenan, aunque otras me la vacían, ya me encargo yo de rellenar.