El caso es que yo era llorona.
Recuerdo de niña que no es que fuera ñoña, para nada, pero sí lloraba, bueno me figuro que como todos los niños.
Luego, por supuesto en la adolescencia (ya digo que estoy en regresión) lloraba por casi todo, desde la típica película, a alguna discusión en casa o con alguna amiga. O por amor, puff, más bien por desamor.
Con el tiempo, me fui haciendo mayor (que cachoperogrullada) y fui notando que dejé de llorar o que esto empezaba a ocurrir con menos frecuencia. Sobre todo, creo yo, que al hacerme madre, entre que te dejas un poco de lado, y que parece que hay que guardar una "¿imagen?" de "japi" y de fuerte...
El caso es que el otro día estaba en casa de una amiga charlando y me brotaron las lágrimas, cuando ocurre esto se me pone un careto horrible y se me nota un montón. En fin que se acercó su hija (9 años) que me conoce desde bebé y se quedó sorprendida al verme en aquel estado. Y claro, ella no me había visto llorar nunca.
Y entonces pensé por un lado en el tiempo que llevaba sin llorar, mogollón. Pero llorar, llorar; porque sí, a veces se me humedecen los ojos. Y también pensé en el pudor que nos produce llorar delante de los demás.
Reír es una manifestación que no están mal vista, aunque ahora que lo pienso hay en muchos sitios que uno no se puede ( no se debe) reír.
Entre llorar y reír
anda la cosa ésta de vivir.