jueves, 19 de junio de 2008

Desde mi silla de trabajo

Cada día,
todos los días,
de lunes a viernes.
Veo un cachito de cielo, sólo un pedacito.
Tengo que alargar mi cuello si quiero ver más.
Un ventanuco con rejas permite que entre el oxígeno de fuera.
Oigo a los pájaros cantar cuando abro la ventana.
Y siento que la vida sigue, y está ahí.
A pesar de lo rutinario y burocrático de este mi trabajo.
Papeles, documentos, oficios, sellos, firmas, entradas, salidas...
En medio de esta inmensidad administrativa y de algo tan frío como una pantalla...
Escucho a ese pajarito que se acerca al ventanuco.
Y sobre todo intento sonreír.
A veces lo intento y otras me sale sin más.
A veces me siento sola, es tan difícil la convivencia, creo que es lo más difícil del trabajo.
Somos tan plurales, somos tan distintos, somos tan especiales, incluso.
Mientras tanto, cuando cesa el ruido del teléfono, de la gente entrando y saliendo, el pequeño ventanuco abierto me permite seguir escuchando al pequeño pajarillo que es mi compañero más fiel.

No tengo aquí la cámara. otro día os expondré el ventanuco.