miércoles, 20 de febrero de 2008

las llaves de casa

Recuerdo que a la edad de nueve años más o menos empecé a tener libertad de movimientos, es decir, iba y venía ya sola del colegio.
En aquellos tiempos no existía el portero automático, todo lo más había uno humano, que se instalaba en el portal en una especie de quiosco, donde tenía prensa, radio y alguna postal de alguna virgen o de algún santo. Alguno en navidad hasta adornaba su garito.
Pues bien, cuando yo llegaba a casa, mi madre había dejado las llaves debajo del felpudo, era algo natural y normal, cuando no había nadie en casa. Yo, lo primero que hacía era levantarlo y allí estaban. En la cocina solía haber un bocadillo de membrillo, chorizo o mortadela. Y mientras me comía el bocadillo escuchaba a Elena Francis.
Ahora me ha tocado a mí, cuando mi hija tenía doce años calculé que era el momento de dejarle las llaves. Dado que yo tengo portero, automático, y que a veces no estoy en casa, se las di. Para ella, fue darle su independencia y para mí, en cierta forma, también.
Esa sensación de dar libertad, como madre, es liberador y descansado en cierta forma, aunque también da el vértigo de saber que a partir de ese momento das otras cosas, con las llaves van muchas más cosas.
Todo esto me vino a la cabeza porque el otro día leí el tema de "los niños de las llave", son esos niños que les dan las llaves y con ellas les dan el abandono, la soledad...
Creo que una de las muchas labores y responsabilidades que tenemos como padres es darles la libertad y enseñarles a usarla. El hecho de que ellos puedan hacer cantidad de cosas solos no deben impedirnos estar pendientes de ellos.
Creo que hay mucha dejación a estos niveles. Creo sinceramente que a la edad de doce, trece...y unos años más nuestros hijos nos necesitan casi tanto o más que cuando son bebés. Es una necesidad diferente. Ellos cierran las puertas de sus cuartos y de sus oidos muchas veces. Pero creo que necesitan nuestra presencia.
El hecho de saber que estamos ahí. Estar en la retaguardia lo llamo yo. Estar sin que se note.
Son "mayores" pero siguen siendo pequeños.
Dar las llaves es dar la libertad pero en el llavero hay que meter también mucho amor.

6 comentarios:

Teresa dijo...

Hay dos temas que me han gustado mucho de tu entrada de hoy:

Los niños del llavero. Es desolador pensar en el panorama que tienen estos niños en su casa. Los más afortunados es porque sus padres trabajan y el resto se pueden imaginar dramas de todo tipo. En cualquier caso viviendo en el primer mundo, qué infancia más triste.

El llavero del amor. Qué miedo da esa libertad tan necesaria. Todos la hemos exigido cuando nos ha correspondido. Mucho amor, como dices

jg riobò dijo...

La libertad la van pidiendo ellos.
Otro no tienen más remedio que apañarselas, con la edad que tengan.
Otro estado de esta sociedad.
Lo ideal es no utilizar llaves.

Francisco O. Campillo dijo...

Buen post. Comparto tu opinión y leyéndote he recordado un viejo artículo -creo que era de Vargas Llosa- sobre el regalo de un reloj a un niño. Lo digo como un elogio ;-)
A veces nos olvidamos que el fin último de la educación es ayudar a nuestros hijos a ser verdaderamente independientes.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Recuerdo, de niño, las llaves de las casas puestas en las cerraduras por fuera.
Recuerdo la primera vez que tuve las llaves de casa en mi bolsillo.
Anticipo cuando tenga que dar las llaves a mi hija.
--
Cuántos misterios encierra una llave, incluso sin puerta que pueda abrir.

Merche Pallarés dijo...

Eso de las llaves es curioso. Nunca tuve que dejar las llaves a mi hija/hijastros porque yo siempre estaba. Eran otros tiempos. Hoy en dia los padres jovenes teneis menos tiempo para dedicaros a ellos por vuestros trabajos y eso, verdaderamente, es una pena. Besotes, M.

Alberto dijo...

Nada más cierto que lo que dices. Es lamentable tener unos hijos a los que luego nos conformamos con que no molesten y se metan en sus cuartos a jugar a la videoconsola o a que hagan sabe Dios qué.
Estoy firmemente convencido, como tú, que la única forma de hacer de nuestros hijos, personas dignas es legándoles nuestra tutela de verdad, enseñándoles nuestro esfuerzo, nuestra complicidad y nuestra guía.
Seguro que tú así lo haces y el día de mañana verás cómo ves recompensada con creces esa forma de herencia que le has dejado.
Mucha suerte y fuerza para seguir.